Paul Thomas Anderson no hace uso esta vez de la estructura coral (o de vidas cruzadas) que caracterizó Magnolia, su film anterior. Por el contrario, en Petróleo Sangriento se ocupó de trabajar una sola historia con un tema que abarca casi la totalidad de la película. El argumento se basa en los negocios de excavación de petróleo de Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) a principios del siglo XX, a través de los cuales pasa de ser un simple minero a un verdadero magnate de la industria. El tema, indudablemente, es la ambición. Pero Anderson va más allá, lo trasciende y plantea cuestiones profundas y complejas como la relación entre padre e hijo, la soledad, el poder y la fe. La puesta en escena es muy interesante. Los planos y los movimientos de cámara son sumamente descriptivos. La difícil relación entre padre e hijo se manifiesta en planos abiertos, lejanos, carentes de afecto verdadero o cercanía. En cambio, los planos cortos, cerrados y concentrados se los lleva Daniel en las secuencias de mayores ganancias económicas. Las tomas en general son largas, con silencios dramáticos y composiciones de imagen atrapantes. La banda sonora fue compuesta por Jonny Greenwood, guitarrista de Radiohead. Es atractiva, pero ante todo sirve para describir visual y sentimentalmente lo que sucede en cada momento de la historia. La actuación de Daniel Day-Lewis se lleva la película entera. Los diálogos son perfectos y profundos. La oscuridad de la noche y los rostros iluminados por el fuego son el ámbito en que se desarrollan las charlas más íntimas y complejas. Si bien el papel de Paul Dano, como un creyente extremista e histriónico, parece equilibrar los personajes, nada le quita la gloria a Day-Lewis.
Sumando la fotografía impecable, las actuaciones, el tratamiento del tema, la banda sonora y ciertas partes simbólicas (como el entierro en petróleo o la escena de la iglesia) nos encontramos con una obra que hay que tener en cuenta. Las mayores críticas que recibió atacan el final de la película diciendo que es tragicómico. Por mi parte, la secuencia final de diálogo me pareció osada, dantesca y me recordó la redención que supone la secuencia final de los sapos en Magnolia.
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